Casi todas las semanas en el consultorio algún paciente me pregunta si le puedo realizar el trasplante de retina sobre el que leyó en algún medio de comunicación, o si conozco a algún médico que lo esté haciendo. En particular, esta noticia reciente parece haber suscitado un montón de consultas al respecto. En mi opinión, es lamentable que algunos artículos periodísticos sean escritos por personas que no son expertas en el tema, o al menos sin consultar a otros. Esto genera confusión y frustración en aquellos que sufren de alguna de las tantas enfermedades retinales que acarrean baja visión o incluso ceguera.
Dado que el artículo no cita una fuente puntual de información, hice mi propia búsqueda y pude encontrar un artículo japonés con un poco más de detalles. Y también el reporte de Nature, una prestigiosa revista científica. Lo que en realidad se hizo fue el primero de cinco procedimientos planeados en un ensayo clínico sumamente interesante. A una persona de 60 años le pudieron inyectar en la retina un volumen muy pequeño de líquido con unas 250.000 células madres inducidas obtenidas de otro donante. El éxito al que se refieren es que pudieron hacer la cirugía sin problemas y que no hubo complicaciones. Falta todavía ver si estas células se implantan correctamente en la retina, si no son rechazadas, y lo más importante, si mejoran la visión de esta persona. Por lo tanto, de ninguna manera se puede decir que "se realizó el primer transplante de retina".
Creo que parte de la confusión se origina en el trasplante de córnea. Desde hace décadas se pueden realizar trasplantes de córnea, y de hecho se realizaron 938 procedimientos de este tipo durante el año 2016 en Argentina (según el informe del INCUCAI). Esto da un promedio de entre dos y tres trasplantes de córnea por día en nuestro país. La córnea es la parte anterior y transparente del ojo, que se ablaciona de un donante cadavérico y que luego se puede implantar completa o en parte en el ojo receptor. Las técnicas quirúrgicas han avanzado muchísimo en las últimos 10-15 años, por lo que hoy se puede implantar toda la córnea o solamente la parte afectada. La córnea, si bien es un tejido con particularidades fascinantes, como ser completamente transparente, está formada por tres capas que son bastante independientes entre sí y que no se encuentran muy conectadas al resto del ojo. De hecho, ni siquiera tiene vasos sanguíneos, lo que facilita mucho la tarea del transplante.
En cambio, la retina es la parte más compleja del ojo. En realidad, se trata de una extensión del cerebro, formada por células nerviosas, que se encuentra recubierta por otros tejidos que la protegen, la nutren y que también enfocan los rayos de luz sobre ella para que pueda percibir la imagen. Por lo tanto, la retina está conectada al resto del cerebro a través del nervio óptico para poder ver, y esto representa una dificultad técnica muy importante para la cirugía. Lamentablemente no contamos a la fecha con el conocimiento y desarrollo tecnológico como para poder trasplantar una retina completa y reconectarla al cerebro del receptor. Esto sería probablemente una opción para muchas personas que tienen un daño severo en sus retinas y que no pueden ver por esta razón.
Sin embargo, dentro de la complejidad de la retina hay ciertas particularidades sobre las que se está trabajando muchísimo. La retina tiene una organización exquisita, con múltiples capas de células que cumplen funciones especializadas y que se conectan entre sí. Algunas de las células son capaces de detectar la luz, y podría decirse que es donde la magia del proceso visual comienza. Se llaman fotorreceptores, y hay de dos tipos: conos y bastones. Estos fotorreceptores tienen necesidades nutricionales muy demandantes, y hay otro tipo de células que se encargan básicamente de cuidarlas para que puedan cumplir su función visual: el epitelio pigmentario. El resto de la retina está formado por una red de células nerviosas increíblemente compleja, que termina en un montón de axones (los "cables" de las células nerviosas) que salen todos juntos de la parte de atrás del ojo formando el nervio óptico y llegan al cerebro.
Justamente la existencia de estos dos tipos de células retinales, los fotorreceptores y el epitelio pigmentario, podría posibilitar el injerto de partes de la retina. Algunas enfermedades retinales se caracterizan porque se daña principalmente una clase de células, como los fotorreceptores en la retinosis pigmentaria, o el epitelio pigmentario en la degeneración macular relacionada con la edad. Igual esto es relativo, porque como se explico antes, todas las células de la retina dependen entre sí, por lo que un daño inicial restringido a un tipo celular va a traer consecuencias sobre las otras clases celulares. Pero al menos nos permite evaluar un camino experimental para tratar algunas enfermedades puntuales.
Otra dificultad es que la retina, a diferencia de la córnea, no resiste tan bien el injerto de tejido extraño proveniente de otra persona. Y aquí es dónde entran las famosas células madres. Estas células se pueden obtener de la propia persona, y ahora hay técnicas para generarlas a partir de una biopsia de la grasa abdominal, por ejemplo. Una vez tomada la muestra, hay que cultivarlas en un laboratorio bajo condiciones muy especiales, y manipularlas hasta que vuelvan al estado de células madres. Al mismo tiempo, hay que expandirlas, hacerlas que se dividan para tener muchas células. Todo esto es costosísimo, como se explica en el artículo del comienzo. También se pueden usar células madres de otras personas porque estas células, a diferencia de las maduras, son mucho mejor toleradas por el receptor. Una vez que se cuenta con una cantidad adecuada de células madres, se pueden inyectar por medio de una cirugía ocular en la parte de la retina afectada. Una vez en la retina, las células madres tienen que transformarse en el tipo celular que falta, y también se está experimentando con transformarlas en el laboratorio y luego inyectar las células ya maduras. Y después tienen que conectarse adecuadamente con la retina del receptor para que funcionen y permitan que ocurra la visión.
Este tipo de terapia experimental es lo que se está evaluando en algunos centros de investigación. El artículo mencionado se refiere a ensayos clínicos muy limitados, pero con un potencial enorme y que toda la comunidad científica y de pacientes siguen con mucho interés. Esperemos que sean exitosos y que abran las puertas para muchos otros tipos de tratamientos para aquellos pacientes que tienen enfermedades retinales avanzadas. Hay que recordar que muchas enfermedades retinales, como la retinopatía diabética o el desprendimiento de retina, se caracterizan por el deterioro de toda la retina, por lo que este tipo de tratamientos no sería adecuado en el caso de que funcionen. Así que en resumen, y para contestar la pregunta inicial, hoy no existe el trasplante de retina y no parece que estemos cerca de lograrlo. Pero sí se están realizando pruebas de injertos celulares en pacientes con enfermedades puntuales que podrían ser una opción para algunas personas.
Dado que el artículo no cita una fuente puntual de información, hice mi propia búsqueda y pude encontrar un artículo japonés con un poco más de detalles. Y también el reporte de Nature, una prestigiosa revista científica. Lo que en realidad se hizo fue el primero de cinco procedimientos planeados en un ensayo clínico sumamente interesante. A una persona de 60 años le pudieron inyectar en la retina un volumen muy pequeño de líquido con unas 250.000 células madres inducidas obtenidas de otro donante. El éxito al que se refieren es que pudieron hacer la cirugía sin problemas y que no hubo complicaciones. Falta todavía ver si estas células se implantan correctamente en la retina, si no son rechazadas, y lo más importante, si mejoran la visión de esta persona. Por lo tanto, de ninguna manera se puede decir que "se realizó el primer transplante de retina".
Creo que parte de la confusión se origina en el trasplante de córnea. Desde hace décadas se pueden realizar trasplantes de córnea, y de hecho se realizaron 938 procedimientos de este tipo durante el año 2016 en Argentina (según el informe del INCUCAI). Esto da un promedio de entre dos y tres trasplantes de córnea por día en nuestro país. La córnea es la parte anterior y transparente del ojo, que se ablaciona de un donante cadavérico y que luego se puede implantar completa o en parte en el ojo receptor. Las técnicas quirúrgicas han avanzado muchísimo en las últimos 10-15 años, por lo que hoy se puede implantar toda la córnea o solamente la parte afectada. La córnea, si bien es un tejido con particularidades fascinantes, como ser completamente transparente, está formada por tres capas que son bastante independientes entre sí y que no se encuentran muy conectadas al resto del ojo. De hecho, ni siquiera tiene vasos sanguíneos, lo que facilita mucho la tarea del transplante.
En cambio, la retina es la parte más compleja del ojo. En realidad, se trata de una extensión del cerebro, formada por células nerviosas, que se encuentra recubierta por otros tejidos que la protegen, la nutren y que también enfocan los rayos de luz sobre ella para que pueda percibir la imagen. Por lo tanto, la retina está conectada al resto del cerebro a través del nervio óptico para poder ver, y esto representa una dificultad técnica muy importante para la cirugía. Lamentablemente no contamos a la fecha con el conocimiento y desarrollo tecnológico como para poder trasplantar una retina completa y reconectarla al cerebro del receptor. Esto sería probablemente una opción para muchas personas que tienen un daño severo en sus retinas y que no pueden ver por esta razón.
Sin embargo, dentro de la complejidad de la retina hay ciertas particularidades sobre las que se está trabajando muchísimo. La retina tiene una organización exquisita, con múltiples capas de células que cumplen funciones especializadas y que se conectan entre sí. Algunas de las células son capaces de detectar la luz, y podría decirse que es donde la magia del proceso visual comienza. Se llaman fotorreceptores, y hay de dos tipos: conos y bastones. Estos fotorreceptores tienen necesidades nutricionales muy demandantes, y hay otro tipo de células que se encargan básicamente de cuidarlas para que puedan cumplir su función visual: el epitelio pigmentario. El resto de la retina está formado por una red de células nerviosas increíblemente compleja, que termina en un montón de axones (los "cables" de las células nerviosas) que salen todos juntos de la parte de atrás del ojo formando el nervio óptico y llegan al cerebro.
Justamente la existencia de estos dos tipos de células retinales, los fotorreceptores y el epitelio pigmentario, podría posibilitar el injerto de partes de la retina. Algunas enfermedades retinales se caracterizan porque se daña principalmente una clase de células, como los fotorreceptores en la retinosis pigmentaria, o el epitelio pigmentario en la degeneración macular relacionada con la edad. Igual esto es relativo, porque como se explico antes, todas las células de la retina dependen entre sí, por lo que un daño inicial restringido a un tipo celular va a traer consecuencias sobre las otras clases celulares. Pero al menos nos permite evaluar un camino experimental para tratar algunas enfermedades puntuales.
Otra dificultad es que la retina, a diferencia de la córnea, no resiste tan bien el injerto de tejido extraño proveniente de otra persona. Y aquí es dónde entran las famosas células madres. Estas células se pueden obtener de la propia persona, y ahora hay técnicas para generarlas a partir de una biopsia de la grasa abdominal, por ejemplo. Una vez tomada la muestra, hay que cultivarlas en un laboratorio bajo condiciones muy especiales, y manipularlas hasta que vuelvan al estado de células madres. Al mismo tiempo, hay que expandirlas, hacerlas que se dividan para tener muchas células. Todo esto es costosísimo, como se explica en el artículo del comienzo. También se pueden usar células madres de otras personas porque estas células, a diferencia de las maduras, son mucho mejor toleradas por el receptor. Una vez que se cuenta con una cantidad adecuada de células madres, se pueden inyectar por medio de una cirugía ocular en la parte de la retina afectada. Una vez en la retina, las células madres tienen que transformarse en el tipo celular que falta, y también se está experimentando con transformarlas en el laboratorio y luego inyectar las células ya maduras. Y después tienen que conectarse adecuadamente con la retina del receptor para que funcionen y permitan que ocurra la visión.
Este tipo de terapia experimental es lo que se está evaluando en algunos centros de investigación. El artículo mencionado se refiere a ensayos clínicos muy limitados, pero con un potencial enorme y que toda la comunidad científica y de pacientes siguen con mucho interés. Esperemos que sean exitosos y que abran las puertas para muchos otros tipos de tratamientos para aquellos pacientes que tienen enfermedades retinales avanzadas. Hay que recordar que muchas enfermedades retinales, como la retinopatía diabética o el desprendimiento de retina, se caracterizan por el deterioro de toda la retina, por lo que este tipo de tratamientos no sería adecuado en el caso de que funcionen. Así que en resumen, y para contestar la pregunta inicial, hoy no existe el trasplante de retina y no parece que estemos cerca de lograrlo. Pero sí se están realizando pruebas de injertos celulares en pacientes con enfermedades puntuales que podrían ser una opción para algunas personas.
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