Cada vez es más frecuente la consulta por ojo rojo, congestión ocular, "derrame", ardor, irritación, pinchazos y otras sensaciones desagradables en nuestros ojos. Algunas personas tienen enrojecimiento en la parte blanca de los ojos (la esclera, que está recubierta por la conjuntiva), sobre todo a los lados de la parte de color (el iris, que tiene por delante a la córnea, que es transparente). Otras no tienen cambios visibles en los ojos pero sí tienen molestias intensas.
¿Por qué ocurre esto? Estos signos y síntomas se conocen como ojo seco en la práctica oftalmológica, y corresponden a la inflamación de la superficie ocular, la parte de los ojos que está expuesta al exterior. Hace tiempo se veían estos cuadros sobre todo en las personas con alguna enfermedad autoinmune de otra parte del cuerpo, como el síndrome de Sjögren, la artritis reumatoidea, la tiroiditis, en fin, hay muchas. Esto es porque en esas enfermedades hay un defecto en la inmunidad que hace que el mismo cuerpo afecte a las glándulas lagrimales, las que producen las lágrimas, y hace que produzcan menos de este fluído vital para nuestros ojos. La superficie ocular está protegida y lubricada por una fina capa de lágrimas que la protege de la desecación y de otras amenazas que vienen del exterior.
Pero actualmente, la mayoría de las personas que se quejan de estos síntomas no tienen estas enfermedades, y son casi todas sanas y jóvenes. Se ha visto que el factor común es el uso prolongado de pantallas digitales, que hoy nos afecta a casi todos. Cuando nos concentramos frente a una pantalla, ya sea de un teléfono, de una tablet, de una computadora o de un televisor, parpadeamos mucho menos que cuando estamos haciendo otras actividades. El parpadeo es fundamental para repartir la lágrima de forma uniforme y pareja sobre la superficie ocular. Entre parpadeo y parpadeo, la lágrima se evapora, especialmente sobre el centro de la córnea, donde la película lagrimal es más delgada. La evaporación ya comienza a los pocos segundos después de un parpadeo, y donde la superficie ocular se queda sin su cobertura de lágrima, se resiente. A veces cuando nos concentramos frente a una pantalla, podemos pasar hasta 20 segundos sin parpadear, que para la superficie ocular es una eternidad. Y si consideramos que muchas veces hacemos esto en ambientes con características que favorecen la evaporación, como aire acondicionado o calefacción intensos, es todavía peor.
¿Cómo es que la evaporación excesiva de las lágrimas, algo que se resuelve con cada parpadeo, puede desembocar en ojo seco? Esto es lo que investigamos en nuestro último trabajo, que salió publicado en la revista Immunology esta semana. Las lágrimas, como alguna vez habrán degustado, son saladas porque están hechas de agua, sal y miles de otras sustancias que nuestro cuerpo produce. La cantidad de sal que tienen está muy bien regulada por nuestro cuerpo, y eso se llama osmolaridad. Una cantidad excesiva de sal (hiperosmolaridad) puede dañar a las células que recubren la córnea. Ahora bien, cuando las lágrimas se evaporan entre cada parpadeo, solamente se evapora el agua. Las sales disueltas, por lo tanto, se concentran porque hay la misma cantidad de sal en menor cantidad de agua, y eso conduce a la hiperosmolaridad. Esta parte ya se sabía desde hace años. Pero no se entendía cómo esto puede conducir al ojo seco, que es algo crónico.
En nuestro trabajo, realizado íntegramente en el Laboratorio de Inmunidad Innata del Instituto de Medicina Experimental (CONICET/Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires), encontramos que si a los ratones se los expone repetidamente a hiperosmolaridad lagrimal durante 5 días, desarrollan muchos de los cambios que se asocian al ojo seco. Aparecen las células del sistema inmune que producen la inflamación, las células de la córnea y de la conjuntiva se activan en respuesta a la inflamación, y lo más interesante, se alteran los nervios corneales. La córnea es justamente la parte del cuerpo con la mayor cantidad de terminales nerviosas, y por eso una mínima úlcera corneal es dolorosísima. De hecho, simplemente tocar la córnea produce dolor. Y también así s se explica que algunas personas tienen dolor ocular intenso y cuando se las revisa, no tienen alteraciones visibles en su córnea. Esto es porque cambios mínimos en los nervios corneales, que sí se pueden detectar con estudios especializados como microscopía confocal, son suficientes para hacer que esas personas sientan dolor o molestias ante estímulos mínimos, como puede cambios de temperatura en el ambiente, viento o incluso un parpadeo más lento.
Otro hallazgo interesante es que los ratones, a pesar de tener un montón de cambios en sus superficies oculares, no llegaron a desarrollar un ojo seco típico luego de 5 días de exposición a la hiperosmolaridad transitoria. Es decir, que una exposición corta, de unos pocos días, no alcanza. Pero curiosamente, cuando les transferimos las células inmunes de esos ratones a otros que no habían recibido ningún tratamiento, y luego pusimos a estos ratones en un ambiente con una corriente de aire, estos ratones sí desarrollaron ojo seco. Como control, los ratones que no recibieron las células inmunes de los otros y que estuvieron en el ambiente con corriente de aire no desarrollaron el ojo seco. Esto nos dice que si tomamos una situación predisponente, como la hiperosmolaridad transitoria que ocurre al mirar una pantalla, sostenida durante días o semanas, y le sumamos otra situación desencadenante, como una corriente de aire producida por un ventilador o un aire acondicionado, podemos tener la enfermedad completa del ojo seco, con todas sus características.
Signos y síntomas de ojo seco: enrojecimiento e irritación ocular (ver más) |
¿Por qué ocurre esto? Estos signos y síntomas se conocen como ojo seco en la práctica oftalmológica, y corresponden a la inflamación de la superficie ocular, la parte de los ojos que está expuesta al exterior. Hace tiempo se veían estos cuadros sobre todo en las personas con alguna enfermedad autoinmune de otra parte del cuerpo, como el síndrome de Sjögren, la artritis reumatoidea, la tiroiditis, en fin, hay muchas. Esto es porque en esas enfermedades hay un defecto en la inmunidad que hace que el mismo cuerpo afecte a las glándulas lagrimales, las que producen las lágrimas, y hace que produzcan menos de este fluído vital para nuestros ojos. La superficie ocular está protegida y lubricada por una fina capa de lágrimas que la protege de la desecación y de otras amenazas que vienen del exterior.
Pero actualmente, la mayoría de las personas que se quejan de estos síntomas no tienen estas enfermedades, y son casi todas sanas y jóvenes. Se ha visto que el factor común es el uso prolongado de pantallas digitales, que hoy nos afecta a casi todos. Cuando nos concentramos frente a una pantalla, ya sea de un teléfono, de una tablet, de una computadora o de un televisor, parpadeamos mucho menos que cuando estamos haciendo otras actividades. El parpadeo es fundamental para repartir la lágrima de forma uniforme y pareja sobre la superficie ocular. Entre parpadeo y parpadeo, la lágrima se evapora, especialmente sobre el centro de la córnea, donde la película lagrimal es más delgada. La evaporación ya comienza a los pocos segundos después de un parpadeo, y donde la superficie ocular se queda sin su cobertura de lágrima, se resiente. A veces cuando nos concentramos frente a una pantalla, podemos pasar hasta 20 segundos sin parpadear, que para la superficie ocular es una eternidad. Y si consideramos que muchas veces hacemos esto en ambientes con características que favorecen la evaporación, como aire acondicionado o calefacción intensos, es todavía peor.
¿Cómo es que la evaporación excesiva de las lágrimas, algo que se resuelve con cada parpadeo, puede desembocar en ojo seco? Esto es lo que investigamos en nuestro último trabajo, que salió publicado en la revista Immunology esta semana. Las lágrimas, como alguna vez habrán degustado, son saladas porque están hechas de agua, sal y miles de otras sustancias que nuestro cuerpo produce. La cantidad de sal que tienen está muy bien regulada por nuestro cuerpo, y eso se llama osmolaridad. Una cantidad excesiva de sal (hiperosmolaridad) puede dañar a las células que recubren la córnea. Ahora bien, cuando las lágrimas se evaporan entre cada parpadeo, solamente se evapora el agua. Las sales disueltas, por lo tanto, se concentran porque hay la misma cantidad de sal en menor cantidad de agua, y eso conduce a la hiperosmolaridad. Esta parte ya se sabía desde hace años. Pero no se entendía cómo esto puede conducir al ojo seco, que es algo crónico.
En nuestro trabajo, realizado íntegramente en el Laboratorio de Inmunidad Innata del Instituto de Medicina Experimental (CONICET/Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires), encontramos que si a los ratones se los expone repetidamente a hiperosmolaridad lagrimal durante 5 días, desarrollan muchos de los cambios que se asocian al ojo seco. Aparecen las células del sistema inmune que producen la inflamación, las células de la córnea y de la conjuntiva se activan en respuesta a la inflamación, y lo más interesante, se alteran los nervios corneales. La córnea es justamente la parte del cuerpo con la mayor cantidad de terminales nerviosas, y por eso una mínima úlcera corneal es dolorosísima. De hecho, simplemente tocar la córnea produce dolor. Y también así s se explica que algunas personas tienen dolor ocular intenso y cuando se las revisa, no tienen alteraciones visibles en su córnea. Esto es porque cambios mínimos en los nervios corneales, que sí se pueden detectar con estudios especializados como microscopía confocal, son suficientes para hacer que esas personas sientan dolor o molestias ante estímulos mínimos, como puede cambios de temperatura en el ambiente, viento o incluso un parpadeo más lento.
Red de nervios corneales |
Otro hallazgo interesante es que los ratones, a pesar de tener un montón de cambios en sus superficies oculares, no llegaron a desarrollar un ojo seco típico luego de 5 días de exposición a la hiperosmolaridad transitoria. Es decir, que una exposición corta, de unos pocos días, no alcanza. Pero curiosamente, cuando les transferimos las células inmunes de esos ratones a otros que no habían recibido ningún tratamiento, y luego pusimos a estos ratones en un ambiente con una corriente de aire, estos ratones sí desarrollaron ojo seco. Como control, los ratones que no recibieron las células inmunes de los otros y que estuvieron en el ambiente con corriente de aire no desarrollaron el ojo seco. Esto nos dice que si tomamos una situación predisponente, como la hiperosmolaridad transitoria que ocurre al mirar una pantalla, sostenida durante días o semanas, y le sumamos otra situación desencadenante, como una corriente de aire producida por un ventilador o un aire acondicionado, podemos tener la enfermedad completa del ojo seco, con todas sus características.
Este trabajo nos muestra, por un lado, cómo el ojo seco puede originarse a partir de exposiciones cada vez más prolongadas a las pantallas digitales, no porque las pantallas emitan algún tipo de radiación dañina sino porque al hacerlo, parpadeamos mucho menos que en otras condiciones y nuestras superficies oculares se exponen a la hiperosmolaridad de la película lagrimal. A la larga, esto trae consecuencias para la inflamación y el estado de los nervios de nuestras córneas. Por otro lado, pudimos encontrar blancos u objetivos moleculares que podrían servir para desarrollar tratamientos y prevenir estos cambios perjudiciales para nuestros ojos. Hacia allá se enfocarán nuestras investigaciones futuras.
Finalmente, este trabajo pudo ser realizado gracias al financiamiento brindado por el gobierno argentino a través de los subsidios PICT 2013-1436 y PICT 2015-0971, y a un subsidio de la Association for Research in Vision & Ophthalmology (Roche Collaborative Research Fellowship 2018).
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